Zapatillas
Zapatillas de andar por casa...
Zapatillas de andar por casa...
Susurros que oyes en tu cabeza al caer la noche...
levántate y únete a la oscuridad...
Juan oía estas voces inquietantes susurrando en su casa, bajo la penumbra y el amparo de todas las noches acaecidas desde que compró la casa, a un precio muy bajo.
Llevaba un mes allí, y ya tenía muy claro que aquello no era normal.
Algo le reclamaba por las noches, pero el no quería levantarse nunca por el terror extremo que estas llamadas de ultratumba le provocaban.
Aunque parezca que Juan ignoraba lo que en aquel caserón de dos pisos había ocurrido, nada más lejos de la realidad, pues Juan estaba totalmente informado de lo que había sucedido allí, tras medio mes de
investigación exhaustiva.
Marzo de 1974, Día 24...
La señorita María se había quedado paralítica, y sus padres ,
que eran riquísimos, le compraron una magnífica mansión a las afueras de un pueblo de Asturias. La Mansión María, como la empezaron a llamar desde la compra de la casa, tenía dos pisos de alto, una verja negra y grande con formas florales y, amplios ventanales y lo mejor para María, una rampa para ayudarla a subir hasta la planta baja, donde había un estupendo hall, que pronto se
llenó de obras de arte y estatuas. En este hall había una escalera de
caracol, para subir a las habitaciones, pero para María había una
pequeña sucesión de rampas para subir más cómodamente.
Pero no todo era tan dulce. La construcción de la casa había provo-
cado la muerte de muchos obreros, y la casa se tomó en el pueblo por
maldita, llegando al punto de que la gente le retiró la palabra a María
que vivia allí sola.
Un día, María despertó súbitamente por un zumbido que oyó, no sa-
bía si dentro de su cabeza o en el interior de la casa, pero seguro
que no era fuera. El zumbido se prolongó, y María quiso beber agua,
para ver si se relajaba, pues una presión extraña la estaba asustando.
De pronto, algo susurró...
Zapatillas...
Y luego gritó:
¡Zapatillas!
María siguió oyendo estas voces durante siete meses, hasta que
al fin, decidió llamar a una vieja bruja ( o asi la llamaban ) para que
hiciera una ouija en la casa, y descubrir que eran esas voces.
María estaba asustada, hasta tal punto que sus padres la acogieron en su casa de nuevo, y solo volvió a la Mansión María
para la ouija.
La vieja llegó a la casa y llamó a la puerta. Era una noche lluviosa
e iba envuelta en un chubasquero. María abrió la puerta y le pidió amablemente a la vieja que pasara. Se notaba que María había llorado, pero la vieja no dijo nada.
-- Todo está preparado -- dijo María --. Las velas, las cortinas cerradas, el vaso... ¿Ha traído ud. el tablero? -- preguntó.
-- Sí, trajelu, fiya -- dijo en asturiano la vieja, -- siéntate p´alla.
Se sentaron alrededor de una mesa que María había puesto en el hall, pusieron el tablero en medio del círculo de velas y el vaso encima del tablero y sus dedos encima del vaso.
El vaso se movió súbitamente sin ni siquiera hacer una pregunta, y formó un palabra:
Zapatillas.
Pero no paró el vaso y formó una frase completa:
... de andar por casa, mi casa sangrienta que no volverás a pisar,
ni con tu puta silla de ruedas...
y siguió:
PUTA PUTA PUTA PUTA PUTA...
De pronto, una tijera salió de la cocina y atravesó el cuello de María, la vieja comprendió que era un mal espíritu el que amenazaba la casa y se marchó, corriendo y asustada.
La casa se abandonó, pero en el año 1984 la restauraron y se volvió a comprar y a vender repetidas veces; y le llegó el turno en el 2004, a Juan, y, un mes después comienza esta historia del principio, y por la que Juan comprendió que lo más barato y la mayor ganga, no siempre es buena.
Las voces hipnotizaron a Juan, y se levantó. Fue hacia el baño de la planta superior por un extraño impulso y se miró al espejo.
Detrás de él, y esto es macabramente cierto, estaba María, tan bella, pálida y terrorífica, sentada en su silla de ruedas y con un metal atravesado en su garganta, unas tijeras.
Señaló con una mueca de terror a la puerta del baño y apareció un obrero calzado con unas zapatillas, con un casco rudimentario y una mueca macabra de maldad y la cabeza abierta en el lado derecho, llena de sangre. Tenía un mazo grande en la mano.
Esto sacó de la hipnosis a Juan, y comprendió lo que ya he comentado justo antes de morir, antes de que el mazo aplastara su cabeza y la sangre se desparramara por el espejo y el suelo.
Con su muerte, Juan liberó a María la paralítica, y desde entonces advierte a los que hacen espiritismo a través de los espejos que Zapatillas está cerca y que pueden morir.
La casa está actualmente sin ocupar, pues se encontraron los cuerpos de los obreros bajo el suelo, en especial uno que reclama
venganza con su mueca momificada de furia. Un obrero con Zapatillas.
Escrito por Eloy, Creador de este website.
